Terminan las
vacaciones de verano y llega la tragedia o alegría del regreso al trabajo o a
la rutina desesperante del paro. Las vacaciones se sufren o disfrutan siguiendo
los siguientes estereotipos o escenarios:
Escenario
denominado regreso a los orígenes: Afecta generalmente a aquellos que no tienen
un euro, o en el peor de los casos, a aquellos que su pareja tiene en el pueblo
a sus padres. Debes aguantar los comentarios y mala leche de los cuñados o
cuñadas, por ejemplo lo buenos y estudiosos que son sus hijos, y lo pendones
desorejaos que son los tuyos. Ante este escenario el genero masculino termina
en el bar de la plaza, aplicándole a los riñones su mejor medicina, que no es
otra que la de beber cerveza hasta reventar la vejiga, y el genero femenino
paseando al atardecer por cualquier senda anti colesterol rajando de todo lo
que se mueve.
Escenario denominado
turne por el extranjero: Afecta generalmente a aquellos que tienen algo de
pasta y pijotería. Las vacaciones comienzan varios meses antes, con las
discusiones interminables sobre el lugar a donde ir, teniendo como siempre el
límite de la pasta. Todos los días a las 6 de la mañana una voz mecánica en un
idioma que no conoces te ordena “¡levántate!”. Se desayuna corriendo porque la
vistita turística comienza a las 7 de la mañana. El día te lo pasas corriendo
de un sitio para otro sin enterarte casi de nada. Cuando llega el final de la
tarde te dejan tirado en la puerta del hotel, abandonado a tu suerte, sin saber
qué hacer ni a donde ir, terminas cenando en un sito de comida rápida americana.
El segundo día etas como “Ete” pensado en volver a tu casa.
Escenario
denominado apartamento playero: Afecta a aquellos que pasan sus vacaciones en
un apartamento playero. Todos los días se sigue la misma monotonía, te levantas
a media mañana, vas a la playa para conseguir ese moreno que será la envidia
del vecindario, la familia y de los compañeros de trabajo. Al atardecer hay que
salir de paseo para exhibir el moreno con algún modelito del año, acabando
sentados en la terraza de un bar y pagando tres euros por cada refresco
caliente. La monotonía se rompe cuando suena el timbre del apartamento y
aparece el cuñado o la cañada, o el íntimo amigo o amiga con sus adorables
retoños. El día se desarrolla exactamente igual que en el escenario del regreso
a los orígenes, discusiones, comparaciones odiosas, etc, etc.. El punto más
terrible de la visita surge a la hora de ir a comer o cenar, pues como es
lógico todo el mundo esta vacaciones y nos negamos a cocinar, y además que “¡un
día es un día!”, por lo que terminas en
un restaurante playero donde te sirven como aperitivo, unos calamares a la
romana recalentados y con ese hilito que sale cuando le pegas un mordisco, que
como ocurre con el número 13, cuanto más te la estiras más te crece. Seguimos
con esa paella asesina que puede ser cualquier cosa menos paella, regada con
una sangría cabezona preparada con toda la mala leche del mundo, bien fresquita
para que entre suave y con el alcohol suficiente para dejarte colocado y que no
te enteres de lo que vas a pagar. La tragedia comienza con la petición de la
cuenta y la guerra para saber quien paga, pero como siempre la guerra la pierde
el anfitrión, con la ayuda inestimable de la compañera al hacer el comentario: “¡Mariano
que son nuestros invitados, no consentirás que paguen!”, el anfitrión no tiene
más remedio que decir “!camarero la cuenta¡”. Al recibir la cuenta se le nota
que la cara le cambia de color, pero todos con cachondeo lo atribuyen a la gran
cantidad de sangría tomada. Una vez terminado el calvario de la visita y pasado
el cocolón de la sangría, el anfitrión saca la factura para echarle un vistazo
y es cuando comienza la guerra entre la pareja.
Escenario del
que se queda en casa: Afecta a aquellos que no tienen ni un euro ni pueden
regresar a sus origines. El comentario común que hacen para justificar su
situación suele ser, “¿salir de
vacaciones?, ¡quita, quita…! que yo en casa estoy muy a gusto y no tengo
necesidad de pasar calamidades por ahí”. Pero la cruda realidad es que pasan
tantas calamidades como los demás, pues deben aguantar a la familia 24 horas al
día, y además ociosa, que es la peor situación, y sin saber lo que sus mentes
pueden estar maquinando. Este escenario se resume en mas horas de televisión
que horas conduce un camionero internacional, y más peleas por día que el mejor
de los reality show.
No es que
volver al trabajo deba ser una alegría pues nos encontramos con la misma fauna
ibérica el jefe impresentable, el pelotilla, el pesado, el vago, el listo, etc,
etec, pero estos comparados con lo que te encuentras por hay se saben llevar, y
si no que les den.
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