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Thursday, May 28, 2015

OBSTÁCULOS

Voy andando por un sendero.
Dejo que mis pies me lleven.
Mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras. En el horizonte se recorte la silueta de una ciudad. Agudizo la mirada para distinguirla bien.
Siento que la ciudad me atrae.
Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo que deseo. Todas mis metas, mis objetivos y mis logros. Mis ambiciones y mis sueños están en esta ciudad. Lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que más me gustaría ser, aquello a lo cual aspiro, o que intento, por lo que trabajo, lo que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos.
Me imagino que todo eso está en esa ciudad. Sin dudar, empiezo a caminar hacia ella. A poco de andar, el sendero se hace cuesta arriba. Me canso un poco, pero no me importa.
Sigo. Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino. Al acercarme, veo que una enorme zanja me impide mi paso. Temo... dudo. Me enoja que mi meta no pueda conseguirse fácilmente. De todas maneras decido saltar la zanja. Retrocedo, tomo impulso y salto... Consigo pasarla. Me repongo y sigo caminando.
Unos metros más adelante, aparece otra zanja. Vuelvo a tomar carrera y también la salto. Corro hacia la ciudad: el camino parece despejado. Me sorprende un abismo que detiene mi camino. Me detengo. Imposible saltarlo Veo que a un costado hay maderas, clavos y herramientas. Me doy cuenta de que está allí para construir un puente. Nunca he sido hábil con mis manos... Pienso en renunciar. Miro la meta que deseo... y resisto.
Empiezo a construir el puente. Pasan horas, o días, o meses. El puente está hecho. Emocionado, lo cruzo. Y al llegar al otro lado... descubro el muro. Un gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños...
Me siento abatido... Busco la manera de esquivarlo. No hay caso. Debo escalarlo. La ciudad está tan cerca... No dejaré que el muro impida mi paso. Me propongo trepar. Descanso unos minutos y tomo aire... De pronto veo, a un costado del camino un niño que me mira como si me conociera. Me sonríe con complicidad.
Me recuerda a mí mismo... cuando era niño.
Quizás por eso, me animo a expresar en voz alta mi queja: -¿Por qué tantos obstáculos entre mi objetivo y yo?

El niño se encoge de hombros y me contesta: -¿Por qué me lo preguntas a mí? Los obstáculos no estaban antes de que tú llegaras... Los obstáculos los trajiste tú.

SER POBRE ES UNA MIERDA

Publicado por Roger Senserrich
Hace unos años mi trabajo consistía en ayudar a familias con pocos ingresos a rellenar el papeleo para pedir servicios sociales.
En un país normal, donde el Estado no se dedica a juzgar la catadura moral de sus ciudadanos pobres, este es un trámite relativamente sencillo. Hay papeleo, sí, pero la mayoría de servicios como sanidad o guarderías públicas o bien son o bien aspiran a ser universales.
Esto no es así en Estados Unidos. Cualquier persona de pocos ingresos que tenga que pedir alguna clase de ayuda, por desesperada que esté, tiene que rellenar una cantidad francamente deprimente de formularios, así como largas tardes al teléfono intentando convencer a un aburrido funcionario de servicios sociales.
Un día me pasé de listo.
Era una mañana de junio y estaba en una pequeña ONG en New Haven, en un barrio hispano no demasiado agradable. Llegó una mujer que no llegaba a la treintena, puertorriqueña, con sus dos hijos pequeños a cuestas, a ver si podía apuntarse al seguro médico y cupones de alimentos.
Un poco irritado, saqué el cuestionario y me puse a hacer toda la horrible batería de preguntas, inquiriendo sobre dónde vivía, dónde trabajaba, cuánto ganaba, cuántos ahorros tenía, qué coche conducía, si tenía historial delictivo, dónde vivía el padre de sus niños, y pidiendo que me detallara su situación familiar. Ser pobre a menudo significa someterse tristemente a estas pequeñas humillaciones.
Fue al preguntar sobre sus gastos cuando me pasé de listo. En la solicitud era necesario detallar cuánto se paga de alquiler, electricidad, calefacción, etcétera, no sea que alguien esté pidiendo ayuda sin pasar suficiente hambre. La factura de teléfono del mes pasado para esta pobre chica era de más de cien dólares, ya que además de teléfono e internet tenían contratada televisión por cable. No era la primera vez que me encontraba a alguien que no llegaba a final de mes con estos gastos, y siempre me callaba. Esta vez, sin embargo, no pude evitar juzgarla y decirle, con muy poco tacto, que quizás harían bien en ahorrar ese dinero en vez de malgastarlo en un lujo innecesario.
Por muy buena cara que la pobre mujer hubiera estado poniendo hasta entonces, esa fue la gota que colmó el vaso. Primero se quedó quieta, mirándome fijamente, frunciendo el ceño. Tras unos segundos de silencio, pidió a sus dos chavales que salieran fuera. Una vez se fueron los niños, cerró la puerta y rompió a llorar, contándome entre sollozos que sabía que era un lujo, que sabía que era tirar dinero, pero que no podía hacerlo ya que sus hijos la odiarían por ello.
Ser pobre, me contó, es no poder hacer nada, nada en absoluto; es no poder ir a comer fuera, no poder llevar a los niños al cine, no poder comprarles juguetes o llevarlos a la ciudad. Es no poder apuntarlos a actividades extraescolares, porque no podía salir temprano de uno de sus dos trabajos para ir a recogerlos. Desde que recordaba, la palabra que más había repetido a sus hijos era «no». Dejarles sin televisión, sin poder hacer nada más que sentarse a mirar la pared cuando estaban en casa era demasiado. Y por supuesto, no era solo por sus hijos. Sin televisión, sin ese pequeño lujo que apenas podía pagar, no se veía capaz de aguantar esos días que volvía del trabajo a las once de la noche, cansada y oliendo a McDonalds, sin perder la cabeza. Ver la novela grabada y fumarse un cigarrillo, era eso, o no poder más.
Había juzgado que ese pequeño lujo, ese gasto innecesario, era una muestra de su falta de disciplina, de la falta de criterio que la había hecho pobre. Tenía dos hijos, estaba sola, fumaba y encima quería ver Dexter en la tele. No era digna.
Lo que no estaba viendo es que esta mujer, aún no llegada a la treintena, tenía dos empleos a tiempo parcial, dos niños llenos de energía y absolutamente nadie que la ayudara. No se había tomado unas vacaciones desde hacía años, y no sabía si temía más el verano porque no sabía dónde iba a meter a sus hijos mientras estaba en el trabajo, o porque le iban a reducir las horas en el curro y no podría pagar el alquiler. Su cansancio no era la clase de agotamiento que se va con una buena noche de sueño. Su cansancio era el de estar muerta de miedo todo el día, de forma constante, sin pausa, harta de que todo el mundo la vea como una fracasada y rota por dentro por la sospecha de que quizás tuvieran razón.
La pobreza es una mierda. Se ha hablado mucho estos días sobre si existe una «cultura de la pobreza», sobre si la gente con pocos ingresos lo que necesitan es menos servicios sociales que les rían las gracias y más lecciones sobre fortaleza moral. Ojalá fuera tan sencillo. La realidad es que cualquier persona medio normal que viva bajo los niveles de estrés, angustia y temor de estar cerca de la pobreza no tendrá las más mínimas ganas de que alguien le explique sus errores. Sencillamente estará demasiado agotado para prestarle atención.
Cuando alguien afronta una situación de escasez material inmediata, su capacidad cognitiva se concentra en responder a esa amenaza, a ese riesgo inmediato, dejando de lado cualquier otro problema a afrontar. Alguien en la pobreza tiende a vivir obsesionado por lo inmediato, por el problema que tiene justo ahora mismo al frente. No hace planes sencillamente porque su cerebro no le deja pensar en nada más. 
La experiencia de la pobreza, el día a día de no saber cómo vas a pagar el alquiler, no saber qué vas a hacer con tus hijos, no saber cómo vas a poder alargar los treinta euros para una compra que te llegue hasta el viernes, es algo increíblemente duro. Es angustioso para los adultos que viven en este mundo, y es aún peor para los hijos que crecen en una familia así, con padres que viven abrumados por este miedo constante. Para un niño crecer en un contexto de estrés tóxico, de inestabilidad familiar, padres agotados, gritos constantes y el temor constante de perderlo todo es extraordinariamente doloroso, especialmente durante la primera infancia.
Cuando hablamos de pobreza, por tanto, nunca podemos olvidar lo extraordinariamente duro que es sufrirla. No estamos hablando de vivir en pisos pequeños, comer mal, no ir al cine o estar en un barrio feo de la ciudad. Estamos hablando de miedo, angustia y temor constantes, a menudo en solitario, sin que nadie se digne a prestarte atención.

Afortunadamente, sabemos cómo reducir la pobreza: el estado de bienestar puede hacerlo, y funciona bien en muchos países. El problema en España es que nuestro estado de bienestar no cumple con su cometido en absoluto.

Thursday, May 21, 2015

SILENCIO SE RUEDA.

Si Berlanga resucitara y decidiese volver a ser director de cine, en mi pueblo podría volver rodar sus mejores y más emblemáticas películas, me refiero a: “todos a la cárcel”, “la escopeta nacional”, y “bienvenido Míster Marshall”.
Me imagino al alcalde de mi pueblo asomado al balcón de la casa consistorial diciendo aquello que decía Pepe Gisbert: “Yo como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación, y ahora os la voy a dar. Arreglar el pueblo cuesta dinero, pero ni un solo céntimo ha salido de la caja municipal, porque la caja municipal no ha tenido nunca un céntimo ni lo tendrá, porque todos estos trajes que llevamos nosotros, los coches de lujo y todo lo que no veis porque no queremos enseñarlo, lo ha pagado un buen amigo del pueblo y sobre todo de los que gobernamos”. Hay que ver la visión de futuro que tenia Berlanga.
Se me ocurre el nombre para una de sus películas “Manolito Potter y sus amigos en el triangulo de las Bermudas”. El guión sería muy fácil de escribir, todo lo que cae dentro del triangulo desaparece, el dinero de los impuestos de los contribuyentes, unos garajes, una residencia de ancianos, un hospital y el colmo de los colmos hasta una interventora funcionaria, pero eso sí, con la mayor naturalidad del mundo, como si nada raro pasara, llegando a arrancar el aplauso apoteósico del pueblo cuando transforman su fracaso de gestión y despilfarro, en un éxito sin parangón.
Seguro que Berlanga se lo pasaría en grande, pues se reiría de ellos sin que se dieran cuenta, igual que ocurría con la censura de la dictadura.

EL ELEFANTE ENCADENADO

Cuando yo era pequeño me encantaban los circos y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí, como a otros, después me enteré que me llamaba la atención el elefante.

Durante la función la enorme bestia hacia despliegue de su peso, tamaño y fuerza descomunal...pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.

Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría con facilidad arrancar la estaca y huir.

El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces ¿Por qué no huye?

Cuando tenía cinco o seis años yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia:
Si está amaestrado ¿Por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.

Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca...y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.

Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: EL ELEFANTE DEL CIRCO NO ESCAPA PORQUE HA ESTADO ATADO A UNA ESTACA PARECIDA DESDE QUE ERA MUY, MUY PEQUEÑO.

Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca.
Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar y también al otro y al que le seguía....Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa porque cree - pobre - que NO PUEDE.

Él tiene el registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás...jamás....intentó poner a prueba su fuerza otra vez.

Vivimos creyendo que un montón de cosas "no podemos" simplemente porque alguna vez, antes, cuando éramos chiquitos, alguna vez probamos y no pudimos. Hicimos entonces, lo del elefante: grabamos en nuestro recuerdo: NO PUEDO....NO PUEDO Y NUNCA PODRE. Hemos crecido portando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y nunca más lo volvimos a intentar.

Cuando mucho, de vez en cuando sentimos los grilletes, hacemos sonar las cadenas o miramos de reojo la estaca y confirmamos el estigma: " NO PUEDO Y NUNCA PODRE " Vivimos condicionados por el recuerdo de otros, que ya no somos y no pudieron.


Tu única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón.....TODO TU CORAZON, ¡POR QUE SI SE PUEDE!".

Thursday, May 14, 2015

Mejoras en las ciudades

En el periódico el País del día 12 de mayo de 2015 hay una carta al director de Nadia Hamam que dice:
No sé qué pasa en mi ciudad, ¿en la tuya también ocurre? Cada mañana hay una fila de coches semiparados en la calzada porque están asfaltando una de las vías principales de mi barrio. De repente han empezado las obras que tanta falta le hacían al parque, y las flores de los maceteros, que también se han multiplicado, lucen más bonitas que nunca. Todos los días los periódicos locales dan grandes noticias en las que se anuncian miles de plazas convocadas en nuevas oposiciones, la creación de cientos de puestos de interinos o la licitación de las obras para ampliar algún colegio público.
¿También pasa donde vives tú?. Que ahora, de repente, no hay ni un solo día de la semana sin una mesa redonda sobre sanidad, juventud, discapacidad, política social y un eterno etcétera. Es curioso, ¿verdad? Creo recordar que la última vez que pasó algo parecido fue hace cuatro años. ¿Por qué será que este tiempo tan feliz se repite así como de forma cíclica?. No dejo de preguntármelo.
Nadia te respondo. En mi pueblo pasa lo mismo que en el tuyo, y la causa es que aunque los nombres de los políticos que nos gobiernan sean distintos, las siglas de los partidos políticos y sus formas de pensar y hacer son exactamente las mismas. La corrupción, las guerras internas de los partidos, las ambiciones personales y el pensar que los ciudadanos somos simplemente un medio para conseguir sus objetivos, han sido los parámetros para conseguir el poder, pero nunca el bienestar de los ciudadanos ha sido el fin del poder, ante esta perspectiva los ciudadanos debemos y podemos cambiar esta situación a través de las urnas, y exigir que todos los días deben trabajar para nosotros y nuestro bienestar y no solo cada cuatro años ante unas elecciones.

Thursday, May 07, 2015

NI UN RATO MÁS.

En los últimos tiempos no hay día que no aparezcan en las cabeceras de los periódicos o los noticiarios algún asunto de corrupción, convirtiéndose para la mayoría de la gente en algo normal e intrínseco en la política.
Si ningún caso de corrupción debe ser considerado como algo normal, el último que ha salpicado al PP rompe con los esquemas de la honradez, me estoy refiriendo al asunto de Rodrigo Rato, el que ha sido vicepresidente segundo del gobierno, ministro de economía, director gerente del Fondo Monetario Internacional, director del grupo financiero de Bankia, consejero asesor para Latinoamérica y Europa de Telefónica, propulsor del pelotazo inmobiliario, de las preferentes, causante de desahucios, cerebro maquiavélico del empobrecimiento de nuestro país y ahora se le reconoce como defraudador, alzamiento de bienes y blanqueo de capitales, sin lugar a duda un excelente currículo.
Lo más sorprendente de los dirigentes del PP, es lo bien que llevan el papel de Judas, renegando de todos aquellos que esta o ha estado relacionado con su partido y se ve inmerso en casos de corrupción, o como en el caso de Rato de destrozar un país. Es un insulto a la inteligencia y al pueblo, las justificaciones que los líderes del PP están dando en los medios de comunicación, pongo como ejemplo unas declaraciones de un alto cargo del PP que dicen “El señor Rato ya no está vinculado al PP, y por tanto lo ocurrido esta dentro del ámbito personal”, como diría el exministro Trillo, ahora también en el ojo del huracán por llevarse una pasta gansa como asesor de cafetería siendo embajador, ¡manda huevos!. Señores del PP lo que estos se han llevado por la cara de todos nosotros no lo hicieron ayer o anteayer, lo han hecho durante de muchos años y perteneciendo a su cúpula política. Como esperan que nos creamos que ha ustedes no les va a salpicar en cualquier momento un caso de corrupción, como esperan que nos creamos sus nuevas promesas si no han cumplido las que han prometido en esta legislatura, como esperan que nos creamos la tan cacareada recuperación económica cuando los únicos que están sacando tajada son los bancos y las multinacionales, mientras que la clase trabajadora está viviendo la mayor humillación de los últimos 200 años.

No creo que salir del pozo donde PP y PSOE nos han metido sea cuestión de un “rato”, pero espero que el bipartidismos sea cuestión de un “rato” muy corto.