El otro día tuve que efectuar
una gestión en una consejería y como es natural hacer cola, en el tiempo de
espera puede recordar cómo se hacían antes las colas y como han evolucionado
con la tecnología.
Recuerdo que antes de
implantar las nuevas tecnologías había dos formas de hacer cola, una la gente
se ponía una detrás de otra en una fila correctamente organizada y direccionada
a un mostrador que por lo general decía “información”, la otra forma era
cogiendo un numero en un dispensador, pero al final acababas en una cola
correctamente organizada y direccionada a un mostrador. Resumiendo, la única
diferencia era coger el numero para evitar a los listos o listas que pretendían
colarse. Una vez llegado al mostrador de información te enviaban por el periplo
de una ventanilla a otra.
Ahora las colas han cambiado,
cuando entras en la institución sigue existiendo una cola correctamente organizada,
pero dirigida hacia una “terminal infernal de ordenador” que te muestra mil
opciones que tu no entiendes ni sabes para que sirven. Si dudas mucho empiezas a escuchar
comentarios de la cola tales como: “vamos hombre que es pa hoy” o, “es que ya
es mayor para estas tecnologías” o, “si no sabes apártate y deja pasar”, en ese
momento es cuando te entra la confusión, los sudores y el tembleque, pues como
te equivoques de opción la has cagado, te tocar esperar y volver a la máquina
infernal. Si eres valiente tienes dos posibilidades, una girarte hacia la cola
y pedir a los listos que te ayuden o, buscar algún funcionario despistado que
te ayude a la elección.
Una vez has elegido la opción,
una impresora te imprime el turno, lo miras y sorpresa, no es un número del 1
al infinito, es un jeroglífico de letras y números que no entiendes, lo miras
te mira, miras a tu alrededor y ves a un grupo de gente mirando a un televisor
con cara de aburrimiento, pero a la vez expectantes. Decides formar parte del
grupo y compartir el programa de televisión con ellos, pero sorpresa lo que
emiten son jeroglíficos parecidos al tuyo, por lo que ya te vas haciendo una
idea de por dónde van los tiros y entras en tensión con el resto del grupo
esperando que llegue tu turno. Lo peor de la espera es que en algunos sitios
ponen publicidad institucional para resaltar las bondades del gobierno de turno
con eslóganes tales como: “hacienda somos todos”, yo añadiría menos la casa
real y un montón más o, “estamos mejorando la sanidad, la educación, las
condiciones de trabajo y hasta los vecinos de tu comunidad para tener una
sociedad más justa”, en esos momentos de reflexión dices, ¡que estos no hagan
nada más, pues con lo que han hecho me han jodido bastante!, sobre todo con la
máquina infernal del turno. Respecto de los vecinos de la comunidad mejor
dejarlos estar, pues si los tocan seguro que empeoran.
En algunos sitios la
televisión maldita vocifera el número afortunado con el turno, pero en algunos
sólo los muestra en pantalla, por lo que te surge la pregunta, ¿si eres ciego
que pasa, que te buscas un lazarillo entre los que esperan? o, habrá algún
amable funcionario que te ayude.
Cuando ves que te va a tocar
el turno tu ritmo cardíaco se dispara hasta que ves anunciado tu numero en la
pantalla, seguido de un número con la mesa donde te van a atender. Te colocas
en el centro de la sala para buscar el maldito número entre un laberinto de
números, cuando lo encuentras te diriges hacia la mesa. Te sientas y el corazón
ya está fuera de la caja torácica pululando por la sala, hasta que le preguntas
al funcionario lo que quieres y te contesta, “se ha equivocado, esto es en otra
mesa” o, “lo siento, pero le falta el cuño y la firma, vuelva usted mañana”. Tu
corazón sigue fuera de sí, pero ahora de rabia, por no poderte liar a palos con
la “máquina infernal del turno”. Resumiendo, la tecnología no ha mejorado las
colas.
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