En una pequeña y preciosa iglesia de
Galicia con piedras verdosas por el
clima y el tiempo, su párroco de ancha cintura y gruesa papada, un buen día
derramo el agua bendita sobre la cabeza del Sr. Rajoy. Una vez concluida la ceremonia
religiosa, todos incluido el cura, lo celebraron con una abundante comida a la que no faltaría
como colofón el orujo casero.
Pero andando los años este niño creció ¡como
Dios manda!, frase que el señor Rajoy usa frecuentemente para mostrar sus raíces
y creencias religiosas, que además pretende imponer a los que no creemos en su
religión o en ninguna. Se dedicó sobre todo a estudiar, y tanto estudio qué
saco las oposiciones a Registrador de la Propiedad a las primeras de cambio.
Todo eran parabienes, felicitaciones, pero Mariano estaba destinado a muy altas
esferas y así poco a poco fue escalando en la política hasta que un dedo divino
le señalo para sustituir al Sr. Aznar.
El asombro y la envidia cochina fueron su
desayuno de casi todos los días. Pero el supo capear el temporal, dejar que el
tiempo pudriera muchos problemas sin tener que tomar decisión alguna, así tras
dos intentos fallidos llegó una noche electoral a ser presidente del gobierno.
Habían machacado desde la oposición con
insultos y desprecios a un gobierno que se encontró con una crisis terrible estallándole
en las narices.
Fue muy fácil airear un programa y gritar en
todos los mítines que por ejemplo el impuesto del IVA era lo más injusto para
la sociedad, que la educación pública y la sanidad eran una línea roja que jamás
se atreverían a cruzar, que la confianza de los españoles en cuanto al
gobierno, se iba a imponer, cosa que entonces no existía ni dentro ni fuera de
España, que la economía subiría como la espuma, que las bolsas rezumarían leche
y miel. Pero pasados 7 meses de lo dicho no queda ni el recuerdo, y no nos vale
la tan manoseada excusa de la herencia recibida.
Pasada la borrachera del “triunfo aplastante”,
tocaba gobernar, ponerse al tajo y tomar decisiones, ¡y vaya si las están tomando!.
No les tiembla el pulso, ni se ponen
colorados por las contradicciones entre un ministro y otro, o entre presidentes
autonómicos de su mismo partido. Están tan acostumbrados a negar la evidencia
que no se les mueve un musculo de la cara para hacer hoy lo contrario que prometieron
ayer.
Como consecuencia de sus decisiones empiezan
a caer en cascada toda una serie de medidas, y un chaparrón de decretos y leyes
que van suprimiendo los derechos adquiridos de la clase trabajadora con mucho
sudor, esfuerzo, sacrificio y sufrimiento. Lo que más le duele al pueblo es que
encima quieran hacernos creer que “debemos comprenderlos, ¡pobrecitos ellos que
toman acciones, para nuestro bien porque no hay más remedio, con lo que ellos
nos aman!”.
Los dichosos recortes nos van podando de tal
modo, que del árbol frondoso más o menos que éramos no quedará más que un
tronco reseco y muerto.
Sr. Rajoy, como consecuencia de sus engaños y
de que como “antes dijo digo y ahora dice diego”, se me ha ocurrido volver a
bautizarlo, y pese a ser ateo y, “en el nombre de los millones de parados, de
los inmigrantes sin derecho a sanidad, de todos los que se quedaran sin la
última ayuda de los 426€ para no morirse hambre, de todas las mujeres privadas
al derecho del aborto, de los recortes en sanidad y educación, de la subida del
IVA y de todos los españoles engañados, yo te bautizo, te impongo el nombre de
Diego Pinocho Rajoy, nombre que llevarás como castigo para la historia de
España. ¡Amén!”.
Por cierto, después del acto religioso todos
los del pueblo a casa que no hay dinero para juergas, pero los ricos a comer
con la pasta de los pobres como siempre, y para finalizar la fiesta en lugar
del orujo y las chorradas que los pobres reparten en esos actos, repartiremos
para los amiguetes sin oficio ni beneficio puestos de asesores o secretarías
generales, para los que tengan estudios se les dará un puesto de consejero en
una empresa importante, para los banqueros públicos que hayan estafado una
indemnización por los servicios prestados, y para los banqueros privados
100.000 millones de euros para que nos sigan estafando.
Articulo escritor por Afer (seudónimo).
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