Cuando se acerca el 8 de marzo
“día internacional de la mujer” y como todos los años sacamos a relucir las
reivindicaciones sobre: La paridad de ocupaciones en las instituciones, el
ámbito laboral y social, la igual de salarios para un mismo trabajo, la mejora
de las condiciones laborales que favorezcan las relaciones de familia y de
crianza de los hijos, y la erradicación de la violencia de género, y otras más
que no por importantes no comento.
Este país, y sobre todo las
mujeres, han sufrido muchísimo las consecuencias de un nacional catolicismo
franquista basado en costumbres medievales, donde la mujer debía ser sumisa al
hombre y a las indicaciones de obediencia ciega que desde los pulpitos de las
iglesias se lanzaban como cuchillos. Ahora, esos enfervorecidos opositores a
que las mujeres árabes usen el velo o el burka, antes defendían el uso del velo
de las mujeres por la calle y sobre todo en las iglesias. Que quede claro que
estoy en contra del uso del velo y el burka por ser una señal de sumisión de
las mujeres.
Los movimientos feministas han
conseguido muchos logros, pero el camino que queda por recorrer es muy duro,
por cada paso hacia adelante que se da se retrocede medio hacia atrás o en
algún caso hasta 2, ejemplos los tenemos en la elección del presidente de los
Estados Unidos, estereotipo del más puro machismo que ha sido elegido tanto por
hombres como mujeres. Otro ejemplo son esos programas basura donde la mujer es
considerada como un objeto, y el hombre representa el macho dominante. Quiero
alertar sobre mis observaciones acerca de los comportamientos machistas e
incluso violentos en los jóvenes, donde la falta de respeto es una herramienta
normalizada de las relaciones.
Sobre la implicación de los
partidos políticos que han gobernado nuestro país, mejor no hacer comentarios,
después de más de 40 años de democracia no hemos conseguido unos mínimos
razonables de igualdad.
Debo reconocer que en mi
ámbito laboral la mujer está tomando posiciones de responsabilidad, y eso lo
noto en una mejora de las relaciones humanas una mejor y mayor competitividad
en los resultados laborales. Mis jefas son mujeres y les debo exactamente el
mismo respeto que a un hombre, pero reconozco que no todos mis compañeros
tienen asumidos esos nuevos roles, y lo más preocupante, algunos se definen
como progresistas o de izquierdas.
Para terminar quiero hacer una
reflexión a los grupos feminista. Sobrepasar los límites razonables del
feminismo puede ser fácil y parecerse a posiciones fundamentalistas en algunas
ocasiones, por ejemplo la frontal objeción a la legalización de la gestación subrogada,
la custodia compartida, el apoyo a leyes donde se victimice al hombre por el
hecho de ser hombre, y en los casos más extremos ver en el hombre un elemento a
destruir.
Yo hoy he parado en mi trabajo
no por ser “feminista”, eso me parece una etiqueta irrelevante, he parado porque
creo en la mujer, en la igual de oportunidades, y sobre todo en el respeto sin
condiciones entre hombres y mujeres.
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