He tenido la gran suerte de efectuar hace poco tiempo un
viaje al Nepal y la India.
Del Nepal sólo puedo decir que es un país privilegiado a los
pies de esa majestuosa cordillera del Himalaya. Una vez que contemplas la
magnitud de los Himalyas, encuentras la respuesta de porque hombre y mujeres
pierden sus vidas por conseguir tocar el cielo desde sus cumbres. Respecto a
sus gentes y ciudades, el viajero observa que se encuentra inmerso entre la
pobreza y el caos, pero todo dentro de un orden que no se ve pero se siente en
el ambiente. Sus gentes son pobres pero no se observa que pasen hambre. Sus
calles no tienen asfalto y el centro de la capital Katmandú es un caos, donde
se entre mezclan coches, tuctus, bicicletas, animales, gentes de todas clases y
condiciones, y sobre todo las sagradas vacas.
Cuando llegue a la primera ciudad de la India, Varanasi, mi
concepto sobre la pobreza y el caos cambio radicalmente, la magnitud que
adquieren estas cualidades rompe cualquier esquema que un ciudadano europeo
pueda tener sobre la pobreza y el caos. Estas cualidades no mejoran cuando
llegas al resto de ciudades campesinas de la India, pese a que la gente cultiva
sus campos y cuida de sus ganados.
Los límites de la pobreza y el caos llegan a su cenit al
llegar a la capital Delhi. En Delhi el viajero observa como conviven sin
molestarse la miseria y la más insultante opulencia, como si entre ellos
existiera un pacto de honor de no intromisión entre ellos.
En el almacén de mi pequeño cerebro se encuentran imágenes
como:
Niños pequeños desnutridos y casi desnudos pidiendo en los
cruces de las avenidas, jugándose la vida, y con la probabilidad casi remota de
conseguir vivir un año más, pero la gente miraba para otro lado ignorándolos.
En las ciudades por las noches, las aceras estaban llenas de
gentes durmiendo en el suelo, teniendo como única propiedad sus andrajosas
vestiduras, una manta, hambre y sus miserias, pero la gente miraba para otro
lado ignorándolos.
Mezclado entre tanta pobreza puedes encontrar grandes
edificios de empresas privadas, que extraen la riqueza de la tierra y explotan
a sus gentes en el trabajo, dejando un país desolado, pero la gente miraba para otro lado
ignorándolos.
Sobre la casta política poco hay que hablar, son el sumun de
la corrupción y la desvergüenza. Si Gandi viera en lo que se ha convertido su
país, seguro que optaría por liarse a mamporrazos con toda esa banda de
delincuentes, en lugar de hacer una huelga de hambre o una manifestación
pacífica, pero la gente miraba para otro lado ignorándolos o resignándose.
Lo que más mas duele de todo, es que el viajero o turista
cuando lleva conviviendo en esta situación unos días le parece todo normal, lo
admite y mira hacia otro lado. Por desgracia para mi soy un viajero más.
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