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Saturday, August 25, 2012

EL CRUEL Y PLACENTERO REGRESO VACACIONAL


Termina el mes de agosto y como de costumbre se acaban las esperadas y deseadas vacaciones de verano, llegando la tragedia o alegría de septiembre.

Como de costumbre los medios de comunicación nos hacen creer que todos entramos en una profunda depresión pos vacacional, y que la solución pasa por ir al psicoanalista o loquero, o en meternos en casa montado algún artefacto inútil suministrado en fascículos que si te enganchas lo terminas el mes de julio del año siguiente, con un coste económico y de tiempo que cuadruplica su valor o real. Otros ejemplos de coleccionables son los libros descatalogados, o esos videos que te duermen nada más darle a la tecla de play.

El regreso vacacional contiene la controversia entre crueldad y placer, pero analizadas con detenimiento las circunstancias que originan uno u otro estado, pienso que el placer predomina sobre la crueldad, el cabreo o la mala leche del regreso. Para poder entender estos estados, sirvan los siguientes escenarios vacacionales según el poder adquisitivo o situación familiar de los veraneantes como ejemplos:

Escenario denominado regreso a los orígenes: Afecta generalmente a aquellos que no tienen un euro (en estos momentos la mayoría), o en el peor de los casos, a aquellos que su pareja tiene vínculos familiares muy arraigados en el pueblo de los padres, o en el peor de los casos de los suegros. Debes aguantar los comentarios y mala leche de cualquiera de los mil parientes que conviven bajo el mismo techo, siendo normalmente los peores los que provienen de los cuñados o cuñadas. Otro de las cosas para disfrutar es el tener que aguantar los comentarios de lo buenos y estudiosos que son los hijos de los demás, que además, se encargan de resaltarlo si los tuyos son unos pendones desorejaos que lo último que leyeron fue el catecismo. Ante este escenario el genero masculino termina en el bar de la plaza, aplicándole a los riñones su mejor medicina que no es otra que la de beber cerveza hasta reventar la vejiga, y el genero femenino paseando al atardecer por cualquier senda anticolesterol,  intentando transmitir la mayor envidia posible a sus acompañante.

Escenario denominado turne por el extranjero: Afecta generalmente a aquellos que tienen algo de pasta y pijotería. Las vacaciones comienzan varios meses antes, con las discusiones interminables sobre el lugar a donde ir, teniendo como siempre el límite de la pasta. El pistoletazo de salida se da en el aeropuerto, con el estrés de los controles y las carreras de un sitio para otro, eso en el mejor de los casos, pues los hay que las vacaciones comienzan y terminan en el mismo punto y el mismo día. Una vez llegados a la ciudad de destino siempre por la tarde, sólo te quedan ganas de ir a dormir, porque entre uno de los atractivos del viaje esta que todos los días a las 6 de la mañana una voz mecánica en un idioma que no conoces te dice “levántate”. Se desayuna corriendo porque la vistita turística comienza a las 7 de la mañana. El día te lo pasas corriendo de un sitio para otro sin enterarte casi de nada, porque la agenda es muy apretada. Cuando llega el final de la tarde te dejan tirado en la puerta de hotel a tu suerte, y sin saber que hacer ni adonde ir, por lo que acabas cenando en un Macdonlas que es el único sitio que te fías y donde sabes lo que vas a pagar. Esta situación es la misma durante toda la turne, lo que hace que el segundo día estés como “Ete” pensado en volver a tu casa. Pero lo peor no es eso, lo peor es cuando estos especimenes pillan a un amigo o familiar y les obligan a ver las maravillosas fotos o videos del la turne, donde como es natural siempre aparece la compañera o el compañero estropeando la foto del paisaje.

Escenario denominado apartamento playero: Afecta a aquellos que tienen la suerte o desgracia de tener en propiedad o alquiler un apartamento en la playa. La agenda siempre es la misma, se levantan a media mañana, se van a la playa en busca de un lugar para poner la tolla y conseguir ese moreno que será la envidia del vecindario, de los familiares y de los compañeros de trabajo, sabiendo exhibirlo con los vestidos más provocativos, pero para conseguir ese moreno han de aguantar al niño con la pelota, al que pasa corriendo por encima de ti, al que dice pipi caca, al sordo con la radio a todo trapo escuchando esas melodías consistentes en “chimpun, chimpum, mic, mic” o la canción horrible del verano. Después de comer viene la siesta, que puede ser lo más productivo del día, salvo que enciendas la tele donde te espera un buen lavado de cerebro con el mejor de los champúes. Como es lógico al atardecer hay que salir de paseo para exhibir el moreno con algún modelito del año, acabando sentados en la terraza de un bar pagando tres euros por cada refresco caliente que te tomas. Pero esto no es lo peor de este escenario, lo peor ocurre cuando suena el timbre del apartamento y aparece el cuñado o la cañada o el íntimo amigo o amiga con sus adorables retoños. El día se desarrolla exactamente igual que en el escenario del regreso a los orígenes, discusiones, comparaciones odiosas, etc, etc.. El punto más terrible de la visita surge a la hora de ir a comer o cenar, pues como es lógico todo el mundo esta vacaciones y nos negamos a cocinar, y además un día es un día,  por lo que terminas en un restaurante playero donde te sirven como aperitivo, unos calamares a la romana precocinados a medio recalentar, y con ese hilito que sale cuando le pegas un mordisco, que como ocurre con el número 13, cuanto más me la estiras más me crece. Seguimos con esa paella asesina que puede ser cualquier cosa menos paella, regada eso si con una sangría cabezona preparada con toda la mala leche del mundo, bien fresquita para que entre suave y con el alcohol suficiente para dejarte colocado a la hora de pagar, seguir con el menú no merece la pena por lo que paso directamente a la trágica hora de pagar. La tragedia comienza con la petición de la cuenta y la guerra entre saber quien paga, pero como siempre, la guerra la pierde el anfitrión, con la ayuda inestimable de la compañera al hacer el comentario: “¡Mariano que son nuestros invitados, no consentirás que paguen!”, el anfitrión no tiene más remedio que decir “!camarero la cuenta¡”. Al recibir la cuenta se le nota que la cara le cambia de color, pero todos con cachondeo lo atribuyen a la gran cantidad de sangría tomada. Una vez terminado el calvario de la visita y pasado el cocolón de la sangría, el anfitrión saca la factura para echarle un vistazo y es cuando comienza la guerra entre la pareja. Este mismo escenario es aplicable a los campistas, pero con menor coste.

Escenario del que se queda en casa: Afecta a aquellos que no tienen ni un euro ni pueden regresar a sus origines. El comentario común que hacen para justificar su situación suele ser,  “!salir de vacaciones¡, quita, quita que yo en casa estoy muy a gusto y no tengo necesidad de pasar calamidades por ahí”. Pero la cruda realidad es que pasan tantas calamidades como los demás, pues deben aguantar a la familia 24 horas al día, y además ociosa, que es la peor situación, pues no se sabe lo que sus mentes pueden estar maquinando. Este escenario se resume en mas horas de televisión que horas conduce un camionero internacional, y más peleas por día que el mejor de los reality show.

No es que volver al trabajo deba ser una alegría pues nos encontramos con la misma fauna ibérica el jefe impresentable, el pelotilla, el pesado, el vago, el listo, etc, etec, pero estos comparados con lo que te encuentras por hay se saben llevar, y si no que les den.

El que dijo aquello de que “el trabajo dignifica”, seguro que fue después de haber bebido sangría y pagado la factura.

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