Termina el mes
de agosto y como de costumbre se acaban las esperadas y deseadas vacaciones de
verano, llegando la tragedia o alegría de septiembre.
Como de
costumbre los medios de comunicación nos hacen creer que todos entramos en una
profunda depresión pos vacacional, y que la solución pasa por ir al
psicoanalista o loquero, o en meternos en casa montado algún artefacto inútil
suministrado en fascículos que si te enganchas lo terminas el mes de julio del
año siguiente, con un coste económico y de tiempo que cuadruplica su valor o
real. Otros ejemplos de coleccionables son los libros descatalogados, o esos
videos que te duermen nada más darle a la tecla de play.
El regreso
vacacional contiene la controversia entre crueldad y placer, pero analizadas con
detenimiento las circunstancias que originan uno u otro estado, pienso que el placer
predomina sobre la crueldad, el cabreo o la mala leche del regreso. Para poder
entender estos estados, sirvan los siguientes escenarios vacacionales según el poder
adquisitivo o situación familiar de los veraneantes como ejemplos:
Escenario
denominado regreso a los orígenes: Afecta generalmente a aquellos que no tienen
un euro (en estos momentos la mayoría), o en el peor de los casos, a aquellos
que su pareja tiene vínculos familiares muy arraigados en el pueblo de los
padres, o en el peor de los casos de los suegros. Debes aguantar los
comentarios y mala leche de cualquiera de los mil parientes que conviven bajo
el mismo techo, siendo normalmente los peores los que provienen de los cuñados
o cuñadas. Otro de las cosas para disfrutar es el tener que aguantar los
comentarios de lo buenos y estudiosos que son los hijos de los demás, que
además, se encargan de resaltarlo si los tuyos son unos pendones desorejaos que
lo último que leyeron fue el catecismo. Ante este escenario el genero masculino
termina en el bar de la plaza, aplicándole a los riñones su mejor medicina que
no es otra que la de beber cerveza hasta reventar la vejiga, y el genero
femenino paseando al atardecer por cualquier senda anticolesterol, intentando transmitir la mayor envidia posible
a sus acompañante.
Escenario denominado
turne por el extranjero: Afecta generalmente a aquellos que tienen algo de
pasta y pijotería. Las vacaciones comienzan varios meses antes, con las
discusiones interminables sobre el lugar a donde ir, teniendo como siempre el
límite de la pasta. El pistoletazo de salida se da en el aeropuerto, con el
estrés de los controles y las carreras de un sitio para otro, eso en el mejor
de los casos, pues los hay que las vacaciones comienzan y terminan en el mismo
punto y el mismo día. Una vez llegados a la ciudad de destino siempre por la
tarde, sólo te quedan ganas de ir a dormir, porque entre uno de los atractivos del
viaje esta que todos los días a las 6 de la mañana una voz mecánica en un
idioma que no conoces te dice “levántate”. Se desayuna corriendo porque la
vistita turística comienza a las 7 de la mañana. El día te lo pasas corriendo
de un sitio para otro sin enterarte casi de nada, porque la agenda es muy
apretada. Cuando llega el final de la tarde te dejan tirado en la puerta de
hotel a tu suerte, y sin saber que hacer ni adonde ir, por lo que acabas
cenando en un Macdonlas que es el único sitio que te fías y donde sabes lo que
vas a pagar. Esta situación es la misma durante toda la turne, lo que hace que
el segundo día estés como “Ete” pensado en volver a tu casa. Pero lo peor no es
eso, lo peor es cuando estos especimenes pillan a un amigo o familiar y les
obligan a ver las maravillosas fotos o videos del la turne, donde como es
natural siempre aparece la compañera o el compañero estropeando la foto del
paisaje.
Escenario
denominado apartamento playero: Afecta a aquellos que tienen la suerte o
desgracia de tener en propiedad o alquiler un apartamento en la playa. La
agenda siempre es la misma, se levantan a media mañana, se van a la playa en
busca de un lugar para poner la tolla y conseguir ese moreno que será la envidia
del vecindario, de los familiares y de los compañeros de trabajo, sabiendo
exhibirlo con los vestidos más provocativos, pero para conseguir ese moreno han
de aguantar al niño con la pelota, al que pasa corriendo por encima de ti, al
que dice pipi caca, al sordo con la radio a todo trapo escuchando esas melodías
consistentes en “chimpun, chimpum, mic, mic” o la canción horrible del verano.
Después de comer viene la siesta, que puede ser lo más productivo del día,
salvo que enciendas la tele donde te espera un buen lavado de cerebro con el
mejor de los champúes. Como es lógico al atardecer hay que salir de paseo para
exhibir el moreno con algún modelito del año, acabando sentados en la terraza
de un bar pagando tres euros por cada refresco caliente que te tomas. Pero esto
no es lo peor de este escenario, lo peor ocurre cuando suena el timbre del
apartamento y aparece el cuñado o la cañada o el íntimo amigo o amiga con sus
adorables retoños. El día se desarrolla exactamente igual que en el escenario
del regreso a los orígenes, discusiones, comparaciones odiosas, etc, etc.. El
punto más terrible de la visita surge a la hora de ir a comer o cenar, pues
como es lógico todo el mundo esta vacaciones y nos negamos a cocinar, y además
un día es un día, por lo que terminas en
un restaurante playero donde te sirven como aperitivo, unos calamares a la romana
precocinados a medio recalentar, y con ese hilito que sale cuando le pegas un mordisco,
que como ocurre con el número 13, cuanto más me la estiras más me crece. Seguimos
con esa paella asesina que puede ser cualquier cosa menos paella, regada eso si
con una sangría cabezona preparada con toda la mala leche del mundo, bien
fresquita para que entre suave y con el alcohol suficiente para dejarte colocado
a la hora de pagar, seguir con el menú no merece la pena por lo que paso
directamente a la trágica hora de pagar. La tragedia comienza con la petición
de la cuenta y la guerra entre saber quien paga, pero como siempre, la guerra la
pierde el anfitrión, con la ayuda inestimable de la compañera al hacer el
comentario: “¡Mariano que son nuestros invitados, no consentirás que paguen!”, el
anfitrión no tiene más remedio que decir “!camarero la cuenta¡”. Al recibir la
cuenta se le nota que la cara le cambia de color, pero todos con cachondeo lo
atribuyen a la gran cantidad de sangría tomada. Una vez terminado el calvario
de la visita y pasado el cocolón de la sangría, el anfitrión saca la factura
para echarle un vistazo y es cuando comienza la guerra entre la pareja. Este
mismo escenario es aplicable a los campistas, pero con menor coste.
Escenario del
que se queda en casa: Afecta a aquellos que no tienen ni un euro ni pueden
regresar a sus origines. El comentario común que hacen para justificar su
situación suele ser, “!salir de
vacaciones¡, quita, quita que yo en casa estoy muy a gusto y no tengo necesidad
de pasar calamidades por ahí”. Pero la cruda realidad es que pasan tantas
calamidades como los demás, pues deben aguantar a la familia 24 horas al día, y
además ociosa, que es la peor situación, pues no se sabe lo que sus mentes
pueden estar maquinando. Este escenario se resume en mas horas de televisión
que horas conduce un camionero internacional, y más peleas por día que el mejor
de los reality show.
No es que
volver al trabajo deba ser una alegría pues nos encontramos con la misma fauna
ibérica el jefe impresentable, el pelotilla, el pesado, el vago, el listo, etc,
etec, pero estos comparados con lo que te encuentras por hay se saben llevar, y
si no que les den.
El que dijo
aquello de que “el trabajo dignifica”, seguro que fue después de haber bebido
sangría y pagado la factura.
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