Yo pensaba que la forma de vivir medieval de los pueblos había cambiado, pero la realidad es que pese al tiempo y la modernidad, las cosas han cambiado en las formas pero no en el fondo. Para explicar mi sensación, pido a los lectores que se retraigan en el tiempo al Medievo, podemos tomar como referencia esa serie de televisión llamada “Águila Roja”. Nos empezamos imaginando esa mesa redonda, con esos señores o señoras maquinando como joder al prójimo para sacar el máximo beneficio, pero eso si con la caras tapadas. Ahora esos señores o señoras no se sientan en una mesa redonda ni se tapan la cara, son los miembros de los equipos de gobierno de los pueblos o los estados, que en nombre de su mayoría democrática conseguida ¡claro esta! en las urnas, o en coalición con un grupo minoritario de no se sabe que intenciones, y en nombre de la modernidad, el crecimiento sostenible, el progreso y el bien común de la sociedad, se encargan de forrarse a nuestra costa.
Los lectores pueden pensar que yo pienso que todos los gobernantes son unos corruptos, ¡pues no¡, yo pienso que hay algunos gobernantes que son corruptos, pero los gobernantes corruptos también gobiernan a los gobernantes que no son corruptos, con lo cual llego a la conclusión que lo que yo pienso, es un error, y estamos gobernados por corruptos. Para buscar el símil en la serie “Águila Roja”, en la mesa redonda hay una elementa “la señora marquesa” que hay que ver ¡que mala y cabrona es¡, el resto no se sabe quienes son, pero hay están con la cara tapada y chupando del bote, el único que hay bueno no puede hacer ni decir nada, pues como se entere el señor comisario le corta el pescuezo, o mejor, desarrollando su mejor espíritu maquiavélico le corta las pelotas, se las pone en la boca y lo planta en la plaza pública como ejemplo de lo que le puede pasar al que se pase de listillo.
Los chupones del bote, ahora se dedican a la especulación inmobiliaria, o a que les toque la lotería de navidad sin llevar papeletas, o a que les paguen la vestimenta o la cocina de casa, y a más cosas que por mi ignorancia desconozco, pero cuando se mueran y tengan que dar cuentas a no se quien, ¡por que aquí en la tierra, no se las dan ni a Dios!, seguro que según las creencias de éste país irán al infirmo, pero tranquilos que seguro que untan al portero y se largan a algún paraíso fiscal.
Pero la escala de poder sube para arriba y nos encontramos con el o la que manda sobre la señora marquesa, el comisario, los de la mesa redonda y el pueblo, éste o ésta su única obsesión es mantenerse en el poder y como dice la canción:
Se arman hasta los dientes en el nombre de la paz,juegan con cosas que no tienen repuestoy la culpa es del otro si algo les sale mal.Entre esos tipos y yo hay algo personal.Y como quien en la cosa, nada tiene que perder.Pulsan la alarma y rompen las promesasy en nombre de quien no tienen el gusto de conocernos ponen la pistola en la cabeza.
Del pueblo ¡para que hablar¡, esos con sus quehaceres cotidianos que son: currar como animales, pagar impuestos a saco para mantener a toda la banda de clase social superior, obteniendo cada vez menos a cambio, ¡pero eso si!, tienen que consumir devociones, pasiones o no se sabe que para que no piensen, y como dicen otra canción:
Papá cuéntame otra vez que tras tanta barricada y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada, al final de la partida no pudisteis hacer nada, y bajo los adoquines no había arena de playa.
Queda lejos aquel mayo, queda lejos Saint Denis, que lejos queda Jean Paul Sartre, muy lejos aquel París, sin embargo a veces pienso que al final todo dio igual: las ostias siguen cayendo sobre quien habla de más.
En el pueblo medieval puede ser que el bueno de la historia, hablamos del “Águila Roja” tuviera sentido, pero siguiendo los consejos de la canción, hacer de bueno en el siglo XXI es cuanto menos ser gilipollas, pues todos te tratan de rojo, anti sistema, inconformista, revolucionario y miles de adjetivos más de similares calificaciones y lo que es peor, de tantas batallas te puedes quedar sin “plumas rojas”, como las que pierde el “Águila Roja” en cada pelea y queridos lectores, no hay nada peor que ser un gallo sin plumas después de haberlas perdido en las batallas, todos se cachondean de ti.
Me despido con las formas y la educación medievales, que han permanecido vivas en nuestro país hasta 1975.
Que Dios guarde a ustedes “los que me gobiernan”, y que cuando se mueran los tenga en su gloria, pero aquí en la tierra ¡olvídense de mi¡, gracia que espero merecer de vuecencias.
Firmado el Águila Roja.
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