Debo confesar que no soy
matemático o estadístico, pero siempre me ha gustado el cálculo estadístico y
me ha servido en mi trabajo como herramienta de investigación, por lo tanto le debo
bastante.
La estadística es
considerada como una parte de las matemáticas y por consiguiente una ciencia
pura, pero eso ha sido así hasta que ha llegado la democracia y la fascinación
por hacer encuestas de intención de voto.
La estadística, se usa para
que con una serie de datos o muestra se pueda prever lo que le pasara a una
población o el tiempo que hará mañana, pero en manos de los políticos se
prostituye, usándose para arrimar el ascua a su sardina. Una vez cocinados los
resultados de las encuestas ellos serán los que ganaran las elecciones por
mayoría, los segundos en discordia se quedaran con un cuarto de los votos o en
el mejor de los casos con cuarto y mitad, y el resto a comerse las sobras del
banquete de los poderosos.
Como yo he sido cocinero y
he participado en alguna de estas encuestas, la mecánica es:
Primero: Se selecciona la
muestra, que como se prevé no debe ser una muestra que vote en contra de los
intereses del partido solicitante.
Segundo: Las preguntas deben
ir encaminadas a que el encuestado conteste lo que al político le interesa.
Tercero: Una vez efectuada
la encuesta toca el análisis. Los estadísticos no suelen modificar los
resultados, pero una vez entregados al político solicitante es cuando se
produce el cachondeo del denominado “cocinado”, que no es otra cosa que seguir
las pautas de Groucho Marx “si no le gustan mis principios se los cambiamos”,
en este caso sería “si no le gustan los
resultados, se los cambiamos por los que usted quiera”.
Señores políticos, no
malgasten el tiempo y el dinero con las encuestas para que los medios de
comunicación las usen en su favor, los resultados serán los que los ciudadanos
quieran que sean, y los resultados de las urnas no se pueden cocinar, y como
decían las madres de antes: “para comer hay lentejas, si no te gustan las dejas y a pasar hambre,
que una no está pa pasarse el día en la cocina por el capricho del señorito o
señorita”.
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